A saber cuántos años hace ya que no escribía en este blog. 
Releeo la última entrada y veo que lo creí que sería una situación de paso 
se ha vuelto fija. 

La mediocridad me sigue sofocando. 
En lugar de estar rodeada de estudiantes sin raciocinio, 
estoy rodeada de jefes sin visión. 

La mejor universidad ni las mejores especializaciones 
pueden tapar la falta de visión. 

No es que crea que soy una gran visionaria, 
pero tampoco es justo que te corten las alas 
porque no te ajustas a la idea cómoda y aburguesada de otros. 
No es justo que te corten la posibilidad de crecimiento
porque alguien más quiere brillar más que uno. 

¡Brillemos juntos!
Si de todas maneras no somos iguales
ni lo seremos jamás. 

El trabajo es algo necesario, 
es una forma de ganar de sustento pero también de desarrollarse como ser humano. 
¿Por qué el mundo laboral actual se empeña en quitarme eso? 

Siempre me dejan atrás, ¿será que temen que crezca demasiado? 

¡Déjenme ser! 
¡No soy ninguna planta!

No me releguen a una esquina simplemente porque no son visionarios. 

Son las ideas que caen en mi mente gastada,
que por mis hombros resbalan,
enredadas en mi cabello,
pero no se caen si no que se quedan
en mi pies pegadas,
impidiendo que que me mueva,
que avanze, que salte o que frite.

Son ideas que lastiman, que queman,
pero no puedo vivir sin ellas,
aunque ellas no me dejan vivir.