Hay algunos días en que me gustaría desaparecer, en que me gustaría ser igual que mi sombra: alargada y delgada, fina y sin rostro. Hay algunos días en que necesito fuerzas para levantarme, para quererme, para vestirme, para decirme a mi misma que voy a estar bien, porque, lo sé, nunca voy a estar bien.
Hay días...
Hay días en que te necesito más que otros. Y aunque quisiera tenerte cerquita para que me abrazes, para que me digas que tdo vale la pena; no quiero que me veas, al mismo tiempo, para que no seas partícipe de la decadencia de mi cuerpo, de mi mente y de mi locura.
Hay días, como este, en que preferiría ser delgada por sobre cualquier otra cosa: como el amor, la familia y la paz. Pero reacciono y me preguntó qué es lo que realmente busca o necesita mi mente.
Hay días como el día de hoy en que busco respuestas a preguntas tantas veces hechas, como: "por qué me hago esto?", "por qué insistó en lo que me hace mal?", "qué quiero realmente?" Y a riesgo de sonar completamente incoherente, no tengo idea de lo que quiero, y será esa la razón por la cual me regodeo en mi propio sufrimiento.

Hay días como hoy en te necesito cerca para que me detengas de mi misma, y los pensamientos que me hacen mal pero que no puedo (no quiero) detener. Pero, al mismo tiempo, no quiero que veas mi espantoso exterior. Porque si bien al amor es ciego, no es insensible al tacto de rollos, arrugas, estrías y demás imperfecciones.

Te amo, que no te queden dudas de eso.

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Son las ideas que caen en mi mente gastada,
que por mis hombros resbalan,
enredadas en mi cabello,
pero no se caen si no que se quedan
en mi pies pegadas,
impidiendo que que me mueva,
que avanze, que salte o que frite.

Son ideas que lastiman, que queman,
pero no puedo vivir sin ellas,
aunque ellas no me dejan vivir.