Soy fea.
Soy gorda. 
Soy mala. 
Soy terriblemente impulsiva. 
Soy de las que aman demasiado y quieren lo mismo de los demás. 
Soy un mamaracho. 



Me estoy dejando morir, 
me estoy dejando quedar en los huesos,
me estoy dejando ir,
de a poquito,
para que no lo notes y para que ni siquiera sientas mi partida, aunque creo que ya no importa en absoluto, no?

Hacía mucho que no lloraba, que no lloraba así,
y prefiero mil veces enfermarme del estómago y vomitar hasta secarme que sentir esto,
que sentir como me dueles en todo el cuerpo,
que sentir que me apago y que me muero.

Las penas de amor son las peores, y vaya que tienen razón.
Me estoy muriendo, siento que me muero.

Y me siento tan estúpida, tan ridícula por sentirme así que hasta te pido perdón.
Porque ni siquiera yo creo que mis razones sean válidas,
estoy tan acostumbrada a que lo que yo diga quede en la nada, en el silencio, en el aire,
que hasta me siento infantil pidiendo, reclamando, contado algo.
No valgo ni las palabras que uso, lo sé. 
No vale la pena ni pensar en esto, lo sé,
porque seguramente estoy equivocada
y no valgo absolutamente nada.


Supongo que continuaré consumiéndome en mi pena,
que hasta parece una broma cruel:
porque ni siquiera yo creo que sea una "pena",
lo que pasa es que soy estúpida y por eso me pongo así. 

Sí, seguro que es eso.


You had my heart and soul
And you played it
To the beat



No hay comentarios:

Publicar un comentario


Son las ideas que caen en mi mente gastada,
que por mis hombros resbalan,
enredadas en mi cabello,
pero no se caen si no que se quedan
en mi pies pegadas,
impidiendo que que me mueva,
que avanze, que salte o que frite.

Son ideas que lastiman, que queman,
pero no puedo vivir sin ellas,
aunque ellas no me dejan vivir.