Carta a mi amor. 
Jueves 28 de agosto. 

No he querido admitirme a mí misma desde hace días que no estoy viviendo desde que te fuiste. Estoy sobreviviendo. Constantemente, estoy intentando no tirarme del auto en movimiento cuando a la facultad, intento que no me pisen los autos cuando voy hacía el trabajo, intento no cortarme cuando estoy a solas. Es una lucha diaria: intentar no morir porque simplemente me cuesta demasiado vivir.
Hoy, mi mamá me dijo que le parecía que con todo lo que hago probablemente me era más sencillo no extrañarte, pero está equivocada. Desde que volví de viaje el lunes, no encuentro un motivo por el cual levantarme, no he querido hacerlo. Solo porque te lo he prometido, me he bañado, me he alimentado, he cumplido... Y para qué? Si no te voy a ver, si voy a tener igualmente un montón de tiempo libre en el cual tengo que plantearme qué hacer con mi vida si no puedo verte.
No puedo vivir lejos de vos. Trato de hacer de cuenta que no me afecta, de que vivo a pesar de todo, pero ¿a esto puede llamárselo vida? ¿Podemos considerar vida vivir en este estado catatónico en el que estoy?

Solo sé, a esta altura de tu ausencia, que respiro por inercia, porque debo hacerlo, porque no queda otra, porque en algún momento nos vamos a volver a ver y tengo que estar viva para ese entonces.
Te amo, es en lo único en que confío.

Llévame contigo al más allá, pues aquí no dejo de llorar, 
llévame a otra realidad, no quiero despertar. 
Junto a ti por fin podré olvidar, que la pena siempre fue mi hogar, 
llévame, no puedo respirar, quiero tenerte junta a mí. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario


Son las ideas que caen en mi mente gastada,
que por mis hombros resbalan,
enredadas en mi cabello,
pero no se caen si no que se quedan
en mi pies pegadas,
impidiendo que que me mueva,
que avanze, que salte o que frite.

Son ideas que lastiman, que queman,
pero no puedo vivir sin ellas,
aunque ellas no me dejan vivir.