Domingo 10 de agosto. 
Carta a mi amor: 
Esperando a que el destino nos vuelva a juntar.

Te fuiste. Te fuiste en viaje no definitivo, pero duro de atravesar, y me dejaste acá como una Penélope moderna a la espera pero en vez de tejer lo que hago es esperar que suene el teléfono para escuchar, al menos, tu voz. 
Apenas ha pasado un día, pero te extraño muchísimo. El alma se me encoje cuando me acuerdo que no te voy a ver pronto, y todo me recuerda a vos, por supuesto. Prácticamente, mi habitación, mis cosas, yo misma estamos impregnadas de vos, cómo no pensarte a cada momento? Cómo no recordarte a cada instante? 
Ahora que estoy acá, que mi familia me contiene, que veo que no estoy tan sola como esperaría, me doy cuenta de que he sido una completa egoísta. No era yo por quien tenia que llorar, era por vos. Vos sos el que está solo. Sos vos el que no tiene a nadie. Sos vos el que pronto va a terminar hablando con las paredes, como Naúfrago. Y no lo pensé... Pensé que solo me dolería a mí estar sola. Qué equivocada que estaba. Te pido perdón por eso. 
Sé que te fuiste por vos, por nosotros, por todo. Lo entiendo ahora. 
Solo te pido una cosa: que te cuides, que sobrevivas como yo lo voy a hacer, hasta que podamos vernos. Si nos aferramos a eso, la espera no va a ser larga. 
Te amo. 
Siempre tuya. 

Yo. 

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Son las ideas que caen en mi mente gastada,
que por mis hombros resbalan,
enredadas en mi cabello,
pero no se caen si no que se quedan
en mi pies pegadas,
impidiendo que que me mueva,
que avanze, que salte o que frite.

Son ideas que lastiman, que queman,
pero no puedo vivir sin ellas,
aunque ellas no me dejan vivir.