En qué momento una noche que debería ser de pasión terminó siendo un desastre?
En qué momento me sacaste la sonrisa y me pusiste las lagrimas en la cara?
En qué momento todo se fue al diablo, como siempre?
O mejor, por qué todo se fue al diablo?
En qué momento dejé de sentirme acompañada todo el tiempo
y pasé a sentirme como ahora: completamente sola?
En qué momento dejé de sentir tu apoyo y solo siento ahora tu ausencia?
Tu ausencia y mil espinas clavados en mi corazón,
porque no estás.

No estás,
y siento odio.
Odio porque lo vos lo provocas,
porque confíe en que nunca me harías algo así.
Pero sí... Y no te puedo culpar por eso.
Nunca te puedo culpar por nada, porque nunca es tu culpa.
Siempre es mi culpa, siempre son mis caprichos,
y realmente es así.

Y te amo, porque sé que no lloraría por alguien a quien no amo.


Siempre soy yo la que se queda con las ganas:
con las ganas de verte, con las ganas de besarte, con las ganas de hacerte el amor, con las ganas de haber dicho algo más inteligente, con las ganas de decirte que te extraño sin que me preguntes por qué, con las ganas...
Y vos, te quedas con toda yo.

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Son las ideas que caen en mi mente gastada,
que por mis hombros resbalan,
enredadas en mi cabello,
pero no se caen si no que se quedan
en mi pies pegadas,
impidiendo que que me mueva,
que avanze, que salte o que frite.

Son ideas que lastiman, que queman,
pero no puedo vivir sin ellas,
aunque ellas no me dejan vivir.